El trastorno de la conducta alimentaria no especificado es una alteración de la conducta alimenticia que no cumple los criterios para ser diagnosticado como anorexia nerviosa, ni tampoco como bulimia nerviosa.
Todos tenemos puntos débiles, y para mí, uno de ellos es la comida. Os voy a contar como se produjo mi trastorno de alimentación, entonces yo tenía 19 o 20 años.
Fue algo fortuito, de hecho en un principio pensamos que se trataba de un episodio puntual. Pero en mi caso, pronto se hizo evidente que estaba desencadenado por diferentes motivos. Unos físicos, derivados de todo el dolor que estuve padeciendo posterior a la operación, otros emocionales desencadenados por mi pésimo estado anímico. Poco a poco fui perdiendo el interés, y afloró la desgana, y esto también también afectó mi alimentación. Conforme más tiempo iba pasando, menos ganas tenía de comer, hasta el punto de que mi mente se sugestionó de tal manera que entré en un bucle con cualquier tipo de comida.
Volví a repetir la misma conducta, cada vez más inapetente, y me fui consumiendo físicamente. Esto duró bastantes meses. El mayor problema es que llegó un punto en que la dismorfia corporal entró en juego yo empecé a tener una visión distorsionada de mi apariencia física. Estaba delgada en exceso y yo me veía bien, pero no en realidad, no lo estaba.
Para recuperarme, trabajé en varios ámbitos. El primero de ellos fue volver a construir un buen hábito de alimentación. Fue un proceso progresivo, empezado a tomar batidos enriquecidos de la farmacia, y una vez tolerado eso, poco a poco ir introduciendo más alimentos y cada vez mayor cantidad. En segundo lugar, tuve que ahondar en el aspecto emocional. Fui a varias sesiones con una psicóloga tratando de entender porque había llegado a rechazar la comida hasta este punto, y también mejorando mi autoestima, ayudándome a tener un mejor autoconcepto de mi misma, y acabar con la visión distorsionada que yo tenía sobre mi apariencia física.
Así recuperé un estado saludable, y en la actualidad, ya puedo contar que tengo un buen hábito alimenticio, pero tengo que ser sincera y debo reconocer que me ha costado llegar a estar así, ya que soy muy consciente de que para mí, este es uno de mis puntos débiles, porque cualquier disgusto o problema emocional me sirve como excusa para comer menos, y es algo con lo que debo mostrar fortaleza mental cada día, para no volver a las andadas dejarme arrastrar por los malos hábitos.
Puedo decir orgullosa que se trata de una etapa superada, que muy pocos conocen de mi historia, pero que he querido compartir por varias razones.
La primera, para tenerlo como un auto recordatorio feliz, por ser algo pasado y la fortaleza que me ha aportado, como me ha transformado interiormente hasta llegar a una mejor versión de quien soy.
Y la segunda, es poner en valor lo crucial que es tener el apoyo de la familia que nunca deja que te autodestruyas ni te pierdas a ti mismo porque ellos conocen quien eres realmente.
Y por otro último, cuando te encuentras en un laberinto sin salida, no tener miedo ni sentir vergüenza por pedir ayuda, ya que ese es el paso hacia la solución. Como también lo importante que es cuidar de nuestra salud física, sin olvidar cuidar del mismo modo nuestra salud mental y emocional.
Me gustaría que mi relato sirva de inspiración para otras personas que se encuentren en situaciones o problemas similares, sepan que por muy complicados que sean, si tenemos la valentía de afrontarlos, siempre se puede encontrar la manera de ponerle la mejor solución posible.
Comentarios
Publicar un comentario