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Ciclo vital

  


Igual de importante me parece vivir el momento, como por el contrario ser conscientes de que el desarrollo de la vida es como un árbol. Primero somos una semilla, gracias a los cuidados crecen las raíces, de ellas nace el tronco, el cual se divide en ramas, que con más cuidados y tiempo, crecen para finalmente acabar floreciendo 

Y esto me gustaría enfocarlo desde la perspectiva de las personas con discapacidad y, algo importante, que nadie nace sabiendo. 

En general, la vida son etapas, mientras crecemos, cambiamos y no somos siempre las mismas personas. La vida no para, aprendemos, las circunstancias y las personas nos marcan, conocemos tanto el sufrimiento como la felicidad, y acabamos siendo adultos. Al contrario de la percepción que muchos tienen, las personas con discapacidad no somos niños eternamente y no se nos puede proteger de todo. Ser tratados como adultos y poder gestionar nuestra independencia, es necesario para nosotros para romper barreras y superar los limites que en cierto modo nos vienen impuestos por nuestra condición. Y como siempre, por si os ayuda, os planteo mi experiencia.

Mi infancia fue una etapa de descubrimiento y aprendizaje, que al mismo tiempo recuerdo con muchísimo cariño por todas mis primeras veces. Después llegó la temida adolescencia, aunque en mi caso, como yo la recuerdo, creo que no fue tan dramática, quizá mi madre la recuerde diferente. Fue la época de definir mi personalidad, como todos de salir, entrar, experimentar, pero sin perder la vista en el futuro y elegir el camino hacia el cual quería que se dirigiese mi vida. A lo que sumo otras vivencias que cambiaron por completo mi vida y también influyeron en mí. Y finalmente llega la etapa adulta en la que llegas a la conclusión de que cada etapa anterior me ha hecho madurar de diferente manera. 

Mi mundo es la suma de todo lo que pienso, y soy dueña de mis palabras, por eso pongo énfasis en nunca renunciar a quien soy, es entonces cuando me doy cuenta del valor de mis decisiones, os puedo asegurar que aún teniendo mi discapacidad, ya no soy una niña pequeña y vulnerable eso quedó atrás. Apunto de cumplir mis 35 años soy adulta y pienso como tal, aunque a ojos de todos pueda despertar fragilidad, la realidad es que derrocho fortaleza, gracias a todas las experiencias a las que me tocado hacer frente y por supuesto donde incluyo mi discapacidad, me he hecho a mi misma etapa a etapa, y si soy sincera puedo afirmar que ni siquiera soy la misma de hace un año.

Quizá sea por haberme dado cuenta de que no nacemos para ser lo que los demás quieren que seamos, nacemos para ser lo que nosotros deseemos, no son nuestras habilidades las que muestran cómo somos, sino nuestras elecciones, debo estar orgullosa de todo por lo que he pasado pero seguir dando alas al futuro. A veces tenemos que ser valientes y ser el cambio que quieres ver en el mundo.

La vida no es tan sólo un derecho, sino también un privilegio, por eso quiero que mis días cuenten, no podemos dejar escapar ninguna de las cosas que hagan nuestra vida maravillosa, plenamente feliz, en mi opinión así se construyen los sueños.

Hablar de mí es fácil pero vivir mi vida requiere valentía. 

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